El desplome de las Bolsas el pasado 21 de enero, "lunes negro", constituye un claro indicador de la falta de confianza en el plan de relanzamiento de la economía norteamericana, anunciado unos días antes por George W. Bush, con un montante de más de cien mil millones de euros. La urgente intervención de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) con una espectacular bajada de los tipos, ha permitido calmar los ánimos. ¿Por cuánto tiempo? ¿Podrán esas medidas evitar una recesión en Estados Unidos y alejar el espectro de un verdadero crack mundial? Numerosos expertos así lo creen. Pero también piensan que una reducción de las previsiones de crecimiento y una ralentización de la economía mundial serán inevitables.
Otros analistas, adeptos al capitalismo, se muestran mucho más alarmistas. Así, por ejemplo, en Francia, Jacques Attali profetiza que "en breve (...) la Bolsa de New York, garante de la pirámide de deudas, se hundirá (1)". Por su parte, Michel Rocard estima que "la crisis mundial es para mañana mismo", y no duda en añadir: "Tengo la convicción de que esto va a explotar de un momento a otro".
Lo cierto es que los signos de desconfianza se multiplican. Prueba de ello, la actual "fiebre del oro". El metal amarillo -cuya cotización en 2007, aumentó un 32%- vuelve a su papel de valor refugio. Y todos los grandes organismos económicos, en particular el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), ya prevén un descenso del crecimiento mundial.
Todo comenzó en 2001 con el estallido de la burbuja de Internet. Para preservar a los inversores, Alan Greenspan, presidente entonces de la FED, decide orientar las inversiones hacia los valores inmobiliarios (3). Mediante una política de tipos de interés muy bajos y de abaratamiento de los gastos financieros, exhorta a los intermediarios financieros e inmobiliarios a incitar a una clientela cada vez más amplia a invertir en "el ladrillo". Se pone así en marcha el sistema de los subprime , créditos hipotecarios de alto riesgo y de tasa variable concedidos a familias económicamente muy frágiles. Pero cuando, en 2005, la FED aumenta los intereses del dinero, deteriora la máquina y acarrea un desastroso efecto dominó que, a partir de agosto de 2007, va a hacer tambalearse al sistema bancario internacional.
La amenaza de insolvencia de cerca de tres millones de hogares, endeudados en unos 200.000 millones de euros, provoca la quiebra de importantes establecimientos de crédito estadounidenses. Para protejerse contra ese riesgo, éstos habían vendido una parte de sus hipotecas dudosas a otros bancos que los habían cedido a fondos de inversión especulativos los cuales, a su vez, los habían diseminado por bancos del mundo entero. Ejemplar demostración de la locura actual de los mercados financieros.
Resultado: como una fulgurante epidemia, la crisis se ha extendido al conjunto del sistema bancario. Algunos de los principales establecimientos financieros -Citigroup y Merrill Lynch en Estados Unidos, Northern Rock en el Reino Unido, Swiss Re y UBS en Suiza, la Société Générale en Francia, etc- han acabado por reconocer pérdidas colosales y prevén depreciaciones suplementarias. Para limitar la brutal caída y hasta la bancarrota, varios de ellos han tenido que aceptar capitales provenientes de fondos soberanos controlados por potencias del Sur (China, Corea del Sur, Singapur, Taiwan) y petromonarquías.
No se conoce todavía la amplitud exacta del desastre. Desde agosto de 2007, los bancos centrales norteamericano, europeo, británico, suizo y japonés han inyectado a la economía centenares de miles de millones de euros. Sin consegir restablecer la confianza.
La crisis se propagará, con seguridad, de la economía financiera a la economía real. Y una conjunción de factores complementarios -bajón acelerado de los precios inmobiliarios en Estados Unidos así como en el Reino Unido, en Irlanda y en España (leer, página 10, el artículo de Francisco Álvarez), restricción de liquidez de capitales, regreso de la inflación, reducción de créditos- auguran efectivamente un neto retroceso del crecimiento mundial. A esto se han añadido últimamente otros fenómenos como el alza de los precios del petróleo, de las materias primas y de los productos alimentarios. O sea, todos los ingredientes de una crisis duradera. La más importante desde que la "especulación financiera" es la característica principal de la economía. Y desde que la globalización se ha convertido en el marco estructural de la economía mundial.
Esta crisis marca el fin de un modelo: el de sesenta años de supremacía del dólar y de una economía basada en el consumo estadounidense. Su salida se halla en la capacidad de las economías asiáticas de relevar al motor norteamericano. En este sentido, la crisis constituye también una nueva manifestación del declive de la supremacía de Occidente. Y presagia quizá el desplazamiento próximo del centro de la economía-mundo de Estados Unidos a China.
Notas:
(1) L'Express , París, 13 de diciembre de 2007.
(2) Le Nouvel observateur , París, 13 de diciembre de 2007.
(3) Leer: Crises financières à répétition: quelles explications? Fondation Res Publica, París, 2008.
(4) Cf. André-Jean Locussol-Mascardi, Krach 2007. La vague scélérate des "subprimes" , éditions Le Manuscrit, París, 2007.
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